jueves, 14 de noviembre de 2013

Txomin y el sexo


PROLOGO

Hola, me llamo Txomin. Tengo 43 años bastante bien llevados, si por bien llevados se entiende que aún mantengo mi pelo original y con camisa mi incipiente tripilla apenas abulta.

He estado mucho tiempo viviendo en pareja, con la Nekane, de la que estaba muy enamorado, tanto que no comprendo por qué me dejo.

Tampoco entiendo que me dijera cuando me dejó no sólo que no me quería sino que prefería hacerse lesbiana antes de salir con otro como yo. Y el cachitas con el que se lió al mes siguiente debía ser gay, ya que si no, no se entiende. Que lo había conocido en el gimnasio, me dice. ¿En qué gimnasio? Y me contesta que llevaba 3 años yendo al gimnasio.

¿Cómo es que no me enteré de que estaba apuntada a un gimnasio? Y que iba 2 días a la semana, me dijo. ¡Qué ciego estaba! ¡Qué falta de comunicación, que nunca me lo contó! Bueno, ella afirma que si, y la verdad, lo mona que estaba en mallitas, pero yo que iba a saber que iba a un gimnasio.

Nada, que lo dejamos y repartimos todo. La familia, el piso... los amigos!!! Y yo me quedé con mis amigos de toda la vida, que me acogieron con los brazos abiertos, más majos ellos... bueno, también es cierto que los complementé, que pasaron de ser 3 a ser 4, ese número mágico que hace que si nos mosqueamos, siempre nos arrejuntamos de dos en dos, no como antes, que cuando tenían mosqueo uno se quedaba en casa aburrido.

Y después de dejarlo, me dediqué a la buena vida, o sea, a salir con los amigos, a disfrutar de mi vida de soltero, mujeres, buena mesa... o sea, todo lo que un soltero puede desear... salvo por un pequeño problema. 10 años de ver teleseries en el sofá y de salir con mi ex y sus amigas me han marcado, y tengo ciertas dificultades para llevar la casa... y para llevar a mi casa a chicas.

He escrito este libro con mis aventuras, y es un libro con una peculiaridad, es el único libro del mundo que al final tiene un extra de tomas falsas. Así pues, os vais a encontrar un libro que no sólo se va a convertir en vuestra biblia como playboys sino que además os va a servir para poder alardear de que poseéis una joyita de la literatura, que para eso semos de Bilbao, aibalahostiapues.


Capítulo 1. El parking

Dios, que frio que hace, y encima no había manera de aparcar. He tenido que dejar el coche en el parking de la catedral, voy a por él que se me hace tarde.

Pago arriba y al bajar por la escalera me cruzo con una chica. Enmimismado la saludo por costumbre, que uno es muy educado y cuando me encuentro con un vecino en la escalera siempre le saludo, y se me queda mirando.

Joder, que no es la escalera de mi casa, que es un parking. Me sonríe y me pregunta si nos conocemos.

-            Lo siento –digo con una sonrisa- es la costumbre

-            ¿Qué costumbre? No entiendo…

Ojazos que tiene la moza, guapetona que es, es el momento de echar un órdago y decir una frase ingeniosa, esa frase que estimule ese resorte que provoque que me dé su número de móvil proponiéndome una cita para el sábado.

Aprovecho mi agilidad mental, esa habilidad natural que tengo para responder en situaciones extremas, esa capacidad innata para la seducción, y le contesto.

-            ¡¡¡Costumbre de saludar a las chicas guapas que me excitan con sus feromonas al pasar a mi lado antes de que me den su número de móvil para tomar algo el sábado por la noche!!!

Me quedo con la mejor de mis sonrisas, sabiendo que mucho se tiene que torcer la cosa para no arreglar esta fría mañana de lunes sin triunfar, gracias a mi medido descaro, al proponer tanto en una simple e inocente frase, propuesta a la que es muy difícil negarse. Ya imagino su sonrisa, sorprendida, agradablemente sorprendida por la propuesta.

Pero no, a la chica se le borra la sonrisa y sigue subiendo por la escalera. Me ha parecido escucharla mascullar un “idiota” entre dientes.

Analizo la situación, ¿qué ha podido fallar? Quizá las formas, demasiado rápido. La frase es ingeniosa, directa, inocente, pero se puede mejorar.

El primer paso ya estaba dado, había conseguido reclamar su atención, pero algo había fallado. Me doy cuenta que lo que debo hacer es consolidar el encuentro, afianzar su confianza, y decido darme una segunda oportunidad.

Escucho unos ruidos de tacones que vienen de arriba, y decido subir. Es otra chica, joven, parece guapa, y repito la jugada, un “epa” distraído al pasar a su lado… y no coge ella y me responde el saludo, con otro “epa” y sigue su camino. Con esta ha fallado, me da que es una chica o bien tímida, o bien distraída… o bien me conocía.

Ruido abajo, alguien sube… voy para abajo. Pero nada, es un tío, con lo que sigo mi camino, hasta la entrada al aparcamiento, donde me quedo escuchando.

Escucho una tos arriba, es una tos femenina, por lo que me preparo, me atuso el pelo, y voy para arriba. Es una chica algo mayor, no será la madre de mis hijos, pero puede servir en mi desesperada situación, después de casi 6 meses sin sexo, para tener un encuentro agradable.

El “epa” de rigor, y la chica se me queda mirando.

-            ¿Perdón?

-            Lo siento, es la costumbre

-            ¿Cómo dices?

-            Es que iba distraído, y cuando me cruzo con alguien por la escalera, siempre saludo, ¿no te pasa a ti?

La chica sonríe, ya es mía, lo estoy bordando, pero no sé por qué, no se decide a contestar nada, le tengo que dar un empujoncito.

-            Y también tengo la costumbre a saludar a chicas hermosas que me excitan con su olor a feromona, y a las que invito a tomar algo el sábado por la noche.

-            ¿Cómo?

-            Que también tengo la costumbre de…

-            Anda, vete a la mierda

Joder, que estrecha la tía. Mejor, que ahora que me fijo según se larga, tiene un pedazo culo que no veas, no era para mí.

Subo arriba y lo sigo intentando varias veces hasta que aparece una tía de con uniforme de seguridad. Joder, si esta cae debe ser la hostia, seguro que tiene hasta porra y todo para jugar con ella.

-            Perdone, ¿se le ha perdido algo que lleva más de media hora subiendo y bajando y molestando a los usuarios del aparcamiento?

La chica me señala hacia la cámara de seguridad que hay en la esquina, y que no había visto hasta entonces, y mira que era grande la cabrona, y por su tono de voz me da que tampoco me va a dar su móvil, así que agacho la cabeza y me meto en el parking y busco rápidamente mi coche.

Arranco y al salir no me traga el ticket, me lo devuelve y no se abre la barrera. Me cabreo y doy al botón del interfono, y una voz femenina, la de la chica de seguridad, me responde. Le cuento el problema y le digo que venga a abrirme.

La chica viene y me dice que retire el coche del pasillo, que me eche a un lado, mientras coge mi ticket y va a la garita de seguridad.

La veo como se mueve, que poco eróticos son estos uniformes, la verdad. Vuelve y me dice que el ticket se ha caducado, que hace tres cuartos de hora que lo he pagado y que tenía tan solo 5 minutos para salir, y que debo abonar la diferencia.

Anda que… encima de no comerme nada con la elaborada táctica del “epa” en la escalera, me he tirado 45 minutos haciendo el idiota.

Vuelvo a validar el ticket y me largo, que mal se me ha dado la nueva táctica de ligue, la verdad.

Al subir a casa por la escalera me cruzo con la señora del segundo, la saludo y me responde.

-            ¡Cada día estás más guapo y simpático!

Joder, ¿¡por qué me funciona con esta señora de casi 60 tacos y no con las chicas jóvenes y guapas!? Será el choque intergeneracional. En fin.


Capítulo 2. Sábado a la noche

Hoy hemos quedado la cuadrilla, hemos salido a romper. Hemos estado de cena y luego tomando cervecitas por el casco viejo. Con las primeras cervezas se hace una selección del ganado que tendremos esta noche. Se ven chicas de más o menos nuestra edad, o sea, cuarentonas, bien arregladitas, mostrando sus gracias en generosos escotes y cortas faldas, protegidas del frio por largos abrigos. ¿Aguantarán con los tacones toda la noche? Me da que llevan unas típicas alpargatas vascas en esos bolsos enormes que gastan.

El mostrar bustos y muslos no evita que al principio de la noche aún podamos distinguir las arrugas en los ojos, el código de barras en los labios, las hechuras lorcianas y otros pequeños defectos que a partir de las dos de la mañana desaparecen gracias a esa mezcla mortal de cubata y presbicia.

Bajamos a la zona de pubs a ver que se cuece. Nos sacamos unos cubatas en la barra. En este bar hay varias cuadrillas de chicas. Es el tercero al que entramos, y los dos anteriores eran campos de nabos.

Pero todas las cuadrillas de chicas son formaciones cerradas. La chica vasca tiende a ponerse cerrando un corrillo, un anillo cerrado, impenetrable. Al vasco nos muestra su espalda y su culo, y generalmente tampoco se preocupa mucho por ofrecer una imagen cuidada de estos dos elementos de su anatomía.

Yo creo que ancestralmente la mujer vasca se mostraba así a los caseros, y estos las elegían por la capacidad que podrían mostrar para ser buenas en la recogida de maíz, segado de hierba y escardado de patatas, porque si no, no se explica esta actitud tan cerrada.

Me acerco a la pista de baile a practicar el baile del cubata, que consiste en hacer el tonto descoordinando los miembros alrededor del tronco, pero con el hándicap de evitar que el roncola de 10 aurios se esparrame por la pista, hándicap que limita el grado de ridículo del hombre vasco bailando fuera del brinco bien estudiado del aurresku. ¡Qué daño ha hecho la inmigración caribeña a la danza vasca mezcla de pasodoble y los pajaritos que hacía que pudiéramos bailar agarrados canciones de Marcela Morelo y Ricky Martin!

Pero en la pista no hay tema. Me da que mi sonrisa encantadora ha perdido su encanto, valga la rebuznancia. Pero mi vista de lince, el tener todos los sentidos alerta hacen que detecte una oportunidad.

Una chica se ha apartado de la manada y se dirige al baño. Es el momento de ir a por ella. La sigo y llego al baño del pub, como siempre a tope y con mucha cola.

Me pongo detrás suya para comenzar una conversación. Hay que buscar un punto de empatía, conseguir un tema común, que nos permita charlar distendidamente. Esta noche triunfo, seguro.

-            Eres una chica especial, sin duda.

Ni me mira.

-            Si, especial porque vas al baño, sola, sin una amiga, que siempre vais de dos en dos.

Le he sacado el tema de que van de dos en dos, ese nunca falla, siempre te da para un par de frases más, y para captarla. Se da la vuelta y me mira. Ha dado resultado.

-            Venga, ahora pregúntame el por qué vamos de dos en dos al baño, para que te diga que una de nosotras sujeta la puerta mientras la otra mea, dime que no te lo crees, que es para criticar a nuestros novios, para que te diga que no tengo novio, y me digas que hay que poner solución a ese problema, y que tú eres el más indicado para solucionarlo, y que mira, que casualitalmente esta noche es mi noche de suerte y que es la oportunidad de empezar a poner solución a mi problema de falta de pareja.

Hostia, que borde la tía

-            Y esta es la cola para el baño de tías, y como seguramente no bajes la tapa después de mear, que por alguna razón innata dentro de nuestro femenino cerebelo hace que nos cabreemos sobremanera con vosotros por ese descuido, te ruego abandones la fila y te vayas a tu baño, que mira, está libre, por cierto.

-            Te sujeto la puerta del baño de chicos – le dije ya tímidamente y en voz entrecortada.

Después de un sonoro “vete a la mierda” se dio la vuelta y me dejó solo, en medio de la fila siendo acribillado por miradas inquisidoras de otras mozas cómplices que a pesar de haberse separado momentáneamente de sus correspondientes manadas para ir al baño, habían formado en aquella cola una nueva y más que poderosa manada.

Me fui al baño de tíos, que no tenía el glamour del femenino. Sucio, con dos centímetros de orina en el suelo gracias a la santa manía que tenemos de elegir para mear cuando estamos bajo los efectos del alcohol el urinario de pared que lleva dos horas atascado por el rollo de papel higiénico, ese que falta en la taza.

Dejo el cubata en el lavabo y entro a mear al reservado, cerrando la puerta. Empujan la puerta y respondo que está ocupado y sigo con la labor.

Y al salir me encuentro con un compañero de borrachera y desdichas que está meando a medio metro del lavabo, intentando acertar a meter el chorrito en mi cubata.

No sé si darle una hostia o ponerme a mear con él, pero decido salir, sin mi cubata, en busca de la cuadrilla, para ver que hacen.

Y lo que hacen es aburrirse en la barra, hablando de la crisis, y planteándose ir a casa después del cubata. Veo salir del baño a mi oportunidad perdida, que pasa por delante de mí digna y altiva, con la actitud chulesca de la oveja que regresa indemne al rebaño después de haber toreado al lobo.

-            Tú tampoco follas esta noche, ¡hala! – me quedo pensando.

Pero eso me da que tampoco va a ser cierto, ya que en mi ausencia y su ausencia (que no nuestra ausencia ya que no ha sido una ausencia común) ha llegado y les ha entrado un grupo de chicos y ella muestra complacencia con uno de ellos.

La verdad que me molestaría si pensara que lo hace para fastidiarme, pero la realidad es que ya seguramente ni siquiera recuerda el incidente que acabamos de vivir juntos, así que me uno a la cuadrilla… y para casa. Otra noche perdida.

Muchas veces me pregunto cómo pudo sobrevivir el pueblo vasco tantos años perdidos en sus valles y caseríos con la actitud tan negativa para la relación de la mujer vasca.


Capítulo 3. Cara ronda

Otra noche anodina, otro gran debate sobre la crisis, sobre las medidas de Rajoy, sobre el pobre Patxi, que está cabreado que este año no cobra la extra a pesar de haber tenido que estudiar 4 años para sacar una plaza de funcionario, y que está pensando demandar al gobierno debido a que en su contrato pone que cobrará 30.000 aurios brutos distribuidos en 14 pagas, y que si le quitan una, que le distribuyan los 30.000 entre 13 pagas.

Me acerco a la barra a pedir, y hay una chica guapísima.

-            Hola, tú no eres funcionaria.

-            ¿Por qué lo dices?

-            Porque sería difícil mantener esa preciosa sonrisa si te hubieran quitado la paga extra.

-            Jaja, que majo, gracias.

-            Las tuyas, frase hecha.

-            Jaja… pues te tengo que confesar que sí soy funcionaria y que sí me han quitado la paga extra.

-            Vaya putada, lo siento… y aún así mantienes esa preciosa sonrisa…

-            Venía con la cara, jaja

-            Me veo obligado a compensar al cabrón de Rajoy, y pagar yo esta ronda…

-            De acuerdo, por mí no hay problema

En esto que llega el camarero, y empieza a traer dos gintonic, 3 copas de cava, dos patxaranes, varias cervezas… y la chica y dos amigas suyas se apresuran en llevarse todo.

Y la chica se despide de mí dándome un beso en la mejilla y diciéndome.

-            Gracias por el piropo… y por la ronda, jaja

Y se va sonriendo. El que no sonríe es el camarero, puñetero armario de 2 x 2 metros, que me dice simplemente:

-            78

Saco dos billetes de 50, pago… y me vuelvo al redil con las orejas gachas, mientras la cuadrilla se está partiendo el eje.

Pero la verdad, es que estoy envalentonado, y aprovechando que las mozas están cerca, vuelvo a dirigirme a la chica.

-            ¿Y qué celebráis que andáis con esas rondas?

-            Mi cumpleaños, hemos salido las amigas a celebrarlo

-            Felicidades

Le planto dos besos, y me presento

-            Yo me llamo Ana, pero la edad… no te la voy a decir, es un número secreto, jajja

-            Seguro que tan solo ese número es secreto

-            Ese y el pin de mi tarjeta de crédito

-            ¿Nada más?

-            No, que yo sepa, jaja

-            Entonces… dame tu móvil, que lo apunto al lado de tu nombre

-            ¿Para qué lo quieres si no me vas a llamar nunca?

-            ¿Cómo lo sabes?

-            Porque después de esta noche no te van a entrar ganas de llamarme, jajaja

-            Prueba a ver…

-            Y además, imagina que coge mi marido… ¿qué le dirías? ¿Qué eres el chico que pagó la ronda de mi cumple? Te lo agradecerá y posiblemente te llame para que salgas a celebrar con él también su cumple, jajja

-            Vaya, sois una cuadrilla de chicas casadas

-            No todas, esa de ahí, está soltera y sin compromiso

-            Uy… ¡preséntamela!

-            Jaja… no… Te voy a dar un consejo, y va a ser gratuito. Si me entras a mí, quédate con mi no. Puede que te lo haya dicho con la boca pequeña, y espere que insistas, pero sin pasarte, pero si entras a mi amiga, ya te llevas dos noes rotundos. El suyo porque no quiere ser segundo plato, y el mío porque si antes tenía dudas, ya las he despejado al ver tu poco interés.

-            Pues vaya…

-            ¿Ves? Te he ahorrado un montón de trabajo y te he corregido tus problemas con la estadística. Por ejemplo, si en un bar hay 50 chicas distribuidas en 10 cuadrillas de 5 chicas cada una de ellas, y tu estadística dice que de cada 50 que entras, una te dice que sí, verás que si entras a las 50, todas te dirán que no, porque debes escoger a una chica de cada cuadrilla… ¡y sin que te vean las cuadrillas de alrededor!

-            Sabio consejo

-            Pues nada… a otro bar, que este… ya lo has quemado, jaja

Este es el momento en el que me fijo que el Joseba, otro de la cuadrilla, se ha acercado, ha escuchado la conversación y se está partiendo el culo.

Sólo me queda volver con las orejas más gachas aún después de la segunda colleja, a la cuadrilla, que además cuando el Joseba cuenta la conversación, se descojonan aún más de risa que antes, mientras mi mirada se pierde en la espalda de la moza que me ha dado la lección, una lección que encima no ha sido gratuita, sino que me ha costado 78 euros.

Quiero darme la vuelta para un tercer intento, pero Joseba me agarra del cuello y me dice que cambiamos de bar. Al salir la sonrío, y ella me devuelve la sonrisa, pero me da que no hay complicidad entre nuestras miradas, en fin.
Y hasta aquí puedo leer. Si te ha gustado la muestra y quieres el libro completo, puedes adquirirlo en papel o en ebook en la siguiente dirección (Pincha este enlace)