PROLOGO
Hola, me llamo Txomin. Tengo 43 años
bastante bien llevados, si por bien llevados se entiende que aún mantengo mi
pelo original y con camisa mi incipiente tripilla apenas abulta.
He estado mucho tiempo viviendo en
pareja, con la Nekane ,
de la que estaba muy enamorado, tanto que no comprendo por qué me dejo.
Tampoco entiendo que me dijera cuando me
dejó no sólo que no me quería sino que prefería hacerse lesbiana antes de salir
con otro como yo. Y el cachitas con el que se lió al mes siguiente debía ser
gay, ya que si no, no se entiende. Que lo había conocido en el gimnasio, me
dice. ¿En qué gimnasio? Y me contesta que llevaba 3 años yendo al gimnasio.
¿Cómo es que no me enteré de que estaba
apuntada a un gimnasio? Y que iba 2 días a la semana, me dijo. ¡Qué ciego
estaba! ¡Qué falta de comunicación, que nunca me lo contó! Bueno, ella afirma
que si, y la verdad, lo mona que estaba en mallitas, pero yo que iba a saber
que iba a un gimnasio.
Nada, que lo dejamos y repartimos todo.
La familia, el piso... los amigos!!! Y yo me quedé con mis amigos de toda la
vida, que me acogieron con los brazos abiertos, más majos ellos... bueno,
también es cierto que los complementé, que pasaron de ser 3 a ser 4, ese número mágico
que hace que si nos mosqueamos, siempre nos arrejuntamos de dos en
dos, no como antes, que cuando tenían mosqueo uno se quedaba en casa aburrido.
Y después de dejarlo, me dediqué a la
buena vida, o sea, a salir con los amigos, a disfrutar de mi vida de soltero,
mujeres, buena mesa... o sea, todo lo que un soltero puede desear... salvo por
un pequeño problema. 10 años de ver teleseries en el sofá y de salir con mi ex
y sus amigas me han marcado, y tengo ciertas dificultades para llevar la
casa... y para llevar a mi casa a chicas.
He escrito este libro con mis aventuras,
y es un libro con una peculiaridad, es el único libro del mundo que al final
tiene un extra de tomas falsas. Así pues, os vais a encontrar un libro que no
sólo se va a convertir en vuestra biblia como playboys sino que además os va a
servir para poder alardear de que poseéis una joyita de la literatura, que para
eso semos de Bilbao, aibalahostiapues.
Capítulo 1. El parking
Dios, que frio que hace, y encima no
había manera de aparcar. He tenido que dejar el coche en el parking de la
catedral, voy a por él que se me hace tarde.
Pago arriba y al bajar por la escalera
me cruzo con una chica. Enmimismado la saludo por costumbre, que uno es muy educado
y cuando me encuentro con un vecino en la escalera siempre le saludo, y se me
queda mirando.
Joder, que no es la escalera de mi casa,
que es un parking. Me sonríe y me pregunta si nos conocemos.
-
Lo
siento –digo con una sonrisa- es la costumbre
-
¿Qué
costumbre? No entiendo…
Ojazos que tiene la moza, guapetona que
es, es el momento de echar un órdago y decir una frase ingeniosa, esa frase que
estimule ese resorte que provoque que me dé su número de móvil proponiéndome
una cita para el sábado.
Aprovecho mi agilidad mental, esa
habilidad natural que tengo para responder en situaciones extremas, esa
capacidad innata para la seducción, y le contesto.
-
¡¡¡Costumbre
de saludar a las chicas guapas que me excitan con sus feromonas al pasar a mi
lado antes de que me den su número de móvil para tomar algo el sábado por la
noche!!!
Me quedo con la mejor de mis sonrisas,
sabiendo que mucho se tiene que torcer la cosa para no arreglar esta fría mañana
de lunes sin triunfar, gracias a mi medido descaro, al proponer tanto en una
simple e inocente frase, propuesta a la que es muy difícil negarse. Ya imagino
su sonrisa, sorprendida, agradablemente sorprendida por la propuesta.
Pero no, a la chica se le borra la
sonrisa y sigue subiendo por la escalera. Me ha parecido escucharla mascullar
un “idiota” entre dientes.
Analizo la situación, ¿qué ha podido
fallar? Quizá las formas, demasiado rápido. La frase es ingeniosa, directa,
inocente, pero se puede mejorar.
El primer paso ya estaba dado, había
conseguido reclamar su atención, pero algo había fallado. Me doy cuenta que lo
que debo hacer es consolidar el encuentro, afianzar su confianza, y decido
darme una segunda oportunidad.
Escucho unos ruidos de tacones que
vienen de arriba, y decido subir. Es otra chica, joven, parece guapa, y repito
la jugada, un “epa” distraído al pasar a su lado… y no coge ella y me responde
el saludo, con otro “epa” y sigue su camino. Con esta ha fallado, me da que es
una chica o bien tímida, o bien distraída… o bien me conocía.
Ruido abajo, alguien sube… voy para
abajo. Pero nada, es un tío, con lo que sigo mi camino, hasta la entrada al
aparcamiento, donde me quedo escuchando.
Escucho una tos arriba, es una tos
femenina, por lo que me preparo, me atuso el pelo, y voy para arriba. Es una
chica algo mayor, no será la madre de mis hijos, pero puede servir en mi
desesperada situación, después de casi 6 meses sin sexo, para tener un
encuentro agradable.
El “epa” de rigor, y la chica se me
queda mirando.
-
¿Perdón?
-
Lo
siento, es la costumbre
-
¿Cómo
dices?
-
Es
que iba distraído, y cuando me cruzo con alguien por la escalera, siempre
saludo, ¿no te pasa a ti?
La chica sonríe, ya es mía, lo estoy
bordando, pero no sé por qué, no se decide a contestar nada, le tengo que dar
un empujoncito.
-
Y
también tengo la costumbre a saludar a chicas hermosas que me excitan con su
olor a feromona, y a las que invito a tomar algo el sábado por la noche.
-
¿Cómo?
-
Que
también tengo la costumbre de…
-
Anda,
vete a la mierda
Joder, que estrecha la tía. Mejor, que
ahora que me fijo según se larga, tiene un pedazo culo que no veas, no era para
mí.
Subo arriba y lo sigo intentando varias
veces hasta que aparece una tía de con uniforme de seguridad. Joder, si esta
cae debe ser la hostia, seguro que tiene hasta porra y todo para jugar con
ella.
-
Perdone,
¿se le ha perdido algo que lleva más de media hora subiendo y bajando y
molestando a los usuarios del aparcamiento?
La chica me señala hacia la cámara de
seguridad que hay en la esquina, y que no había visto hasta entonces, y mira
que era grande la cabrona, y por su tono de voz me da que tampoco me va a dar
su móvil, así que agacho la cabeza y me meto en el parking y busco rápidamente
mi coche.
Arranco y al salir no me traga el
ticket, me lo devuelve y no se abre la barrera. Me cabreo y doy al botón del
interfono, y una voz femenina, la de la chica de seguridad, me responde. Le
cuento el problema y le digo que venga a abrirme.
La chica viene y me dice que retire el
coche del pasillo, que me eche a un lado, mientras coge mi ticket y va a la garita
de seguridad.
La veo como se mueve, que poco eróticos
son estos uniformes, la verdad. Vuelve y me dice que el ticket se ha caducado,
que hace tres cuartos de hora que lo he pagado y que tenía tan solo 5 minutos
para salir, y que debo abonar la diferencia.
Anda que… encima de no comerme nada con
la elaborada táctica del “epa” en la escalera, me he tirado 45 minutos haciendo
el idiota.
Vuelvo a validar el ticket y me largo,
que mal se me ha dado la nueva táctica de ligue, la verdad.
Al subir a casa por la escalera me cruzo
con la señora del segundo, la saludo y me responde.
-
¡Cada
día estás más guapo y simpático!
Joder, ¿¡por qué me funciona con esta
señora de casi 60 tacos y no con las chicas jóvenes y guapas!? Será el choque
intergeneracional. En fin.
Capítulo
2. Sábado a la noche
Hoy hemos quedado la cuadrilla, hemos
salido a romper. Hemos estado de cena y luego tomando cervecitas por el casco
viejo. Con las primeras cervezas se hace una selección del ganado que tendremos
esta noche. Se ven chicas de más o menos nuestra edad, o sea, cuarentonas, bien
arregladitas, mostrando sus gracias en generosos escotes y cortas faldas,
protegidas del frio por largos abrigos. ¿Aguantarán con los tacones toda la
noche? Me da que llevan unas típicas alpargatas vascas en esos bolsos enormes
que gastan.
El mostrar bustos y muslos no evita que al
principio de la noche aún podamos distinguir las arrugas en los ojos, el código
de barras en los labios, las hechuras lorcianas y otros pequeños defectos que a
partir de las dos de la mañana desaparecen gracias a esa mezcla mortal de
cubata y presbicia.
Bajamos a la zona de pubs a ver que se
cuece. Nos sacamos unos cubatas en la barra. En este bar hay varias cuadrillas
de chicas. Es el tercero al que entramos, y los dos anteriores eran campos de
nabos.
Pero todas las cuadrillas de chicas son
formaciones cerradas. La chica vasca tiende a ponerse cerrando un corrillo, un anillo
cerrado, impenetrable. Al vasco nos muestra su espalda y su culo, y
generalmente tampoco se preocupa mucho por ofrecer una imagen cuidada de estos
dos elementos de su anatomía.
Yo creo que ancestralmente la mujer
vasca se mostraba así a los caseros, y estos las elegían por la capacidad que
podrían mostrar para ser buenas en la recogida de maíz, segado de hierba y
escardado de patatas, porque si no, no se explica esta actitud tan cerrada.
Me acerco a la pista de baile a
practicar el baile del cubata, que consiste en hacer el tonto descoordinando
los miembros alrededor del tronco, pero con el hándicap de evitar que el roncola
de 10 aurios se esparrame por la pista, hándicap que limita el grado de
ridículo del hombre vasco bailando fuera del brinco bien estudiado del aurresku.
¡Qué daño ha hecho la inmigración caribeña a la danza vasca mezcla de pasodoble
y los pajaritos que hacía que pudiéramos bailar agarrados canciones de Marcela
Morelo y Ricky Martin!
Pero en la pista no hay tema. Me da que
mi sonrisa encantadora ha perdido su encanto, valga la rebuznancia. Pero mi
vista de lince, el tener todos los sentidos alerta hacen que detecte una
oportunidad.
Una chica se ha apartado de la manada y
se dirige al baño. Es el momento de ir a por ella. La sigo y llego al baño del
pub, como siempre a tope y con mucha cola.
Me pongo detrás suya para comenzar una
conversación. Hay que buscar un punto de empatía, conseguir un tema común, que
nos permita charlar distendidamente. Esta noche triunfo, seguro.
-
Eres
una chica especial, sin duda.
Ni me mira.
-
Si,
especial porque vas al baño, sola, sin una amiga, que siempre vais de dos en dos.
Le he sacado el tema de que van de dos
en dos, ese nunca falla, siempre te da para un par de frases más, y para
captarla. Se da la vuelta y me mira. Ha dado resultado.
-
Venga,
ahora pregúntame el por qué vamos de dos en dos al baño, para que te diga que una
de nosotras sujeta la puerta mientras la otra mea, dime que no te lo crees, que
es para criticar a nuestros novios, para que te diga que no tengo novio, y me
digas que hay que poner solución a ese problema, y que tú eres el más indicado
para solucionarlo, y que mira, que casualitalmente esta noche es mi noche de
suerte y que es la oportunidad de empezar a poner solución a mi problema de
falta de pareja.
Hostia, que borde la tía
-
Y
esta es la cola para el baño de tías, y como seguramente no bajes la tapa después
de mear, que por alguna razón innata dentro de nuestro femenino cerebelo hace
que nos cabreemos sobremanera con vosotros por ese descuido, te ruego abandones
la fila y te vayas a tu baño, que mira, está libre, por cierto.
-
Te
sujeto la puerta del baño de chicos – le dije ya tímidamente y en voz
entrecortada.
Después de un sonoro “vete a la mierda”
se dio la vuelta y me dejó solo, en medio de la fila siendo acribillado por
miradas inquisidoras de otras mozas cómplices que a pesar de haberse separado momentáneamente
de sus correspondientes manadas para ir al baño, habían formado en aquella cola
una nueva y más que poderosa manada.
Me fui al baño de tíos, que no tenía el
glamour del femenino. Sucio, con dos centímetros de orina en el suelo gracias a
la santa manía que tenemos de elegir para mear cuando estamos bajo los efectos
del alcohol el urinario de pared que lleva dos horas atascado por el rollo de
papel higiénico, ese que falta en la taza.
Dejo el cubata en el lavabo y entro a
mear al reservado, cerrando la puerta. Empujan la puerta y respondo que está ocupado
y sigo con la labor.
Y al salir me encuentro con un compañero
de borrachera y desdichas que está meando a medio metro del lavabo, intentando
acertar a meter el chorrito en mi cubata.
No sé si darle una hostia o ponerme a
mear con él, pero decido salir, sin mi cubata, en busca de la cuadrilla, para
ver que hacen.
Y lo que hacen es aburrirse en la barra,
hablando de la crisis, y planteándose ir a casa después del cubata. Veo salir
del baño a mi oportunidad perdida, que pasa por delante de mí digna y altiva,
con la actitud chulesca de la oveja que regresa indemne al rebaño después de
haber toreado al lobo.
-
Tú
tampoco follas esta noche, ¡hala! – me quedo pensando.
Pero eso me da que tampoco va a ser cierto,
ya que en mi ausencia y su ausencia (que no nuestra ausencia ya que no ha sido
una ausencia común) ha llegado y les ha entrado un grupo de chicos y ella
muestra complacencia con uno de ellos.
La verdad que me molestaría si pensara
que lo hace para fastidiarme, pero la realidad es que ya seguramente ni
siquiera recuerda el incidente que acabamos de vivir juntos, así que me uno a
la cuadrilla… y para casa. Otra noche perdida.
Muchas veces me pregunto cómo pudo
sobrevivir el pueblo vasco tantos años perdidos en sus valles y caseríos con la
actitud tan negativa para la relación de la mujer vasca.
Capítulo
3. Cara ronda
Otra noche anodina, otro gran debate
sobre la crisis, sobre las medidas de Rajoy, sobre el pobre Patxi, que está
cabreado que este año no cobra la extra a pesar de haber tenido que estudiar 4
años para sacar una plaza de funcionario, y que está pensando demandar al
gobierno debido a que en su contrato pone que cobrará 30.000 aurios brutos
distribuidos en 14 pagas, y que si le quitan una, que le distribuyan los 30.000
entre 13 pagas.
Me acerco a la barra a pedir, y hay una
chica guapísima.
-
Hola,
tú no eres funcionaria.
-
¿Por
qué lo dices?
-
Porque
sería difícil mantener esa preciosa sonrisa si te hubieran quitado la paga
extra.
-
Jaja,
que majo, gracias.
-
Las
tuyas, frase hecha.
-
Jaja…
pues te tengo que confesar que sí soy funcionaria y que sí me han quitado la
paga extra.
-
Vaya
putada, lo siento… y aún así mantienes esa preciosa sonrisa…
-
Venía
con la cara, jaja
-
Me
veo obligado a compensar al cabrón de Rajoy, y pagar yo esta ronda…
-
De
acuerdo, por mí no hay problema
En esto que llega el camarero, y empieza
a traer dos gintonic, 3 copas de cava, dos patxaranes, varias cervezas… y la
chica y dos amigas suyas se apresuran en llevarse todo.
Y la chica se despide de mí dándome un
beso en la mejilla y diciéndome.
-
Gracias
por el piropo… y por la ronda, jaja
Y se va sonriendo. El que no sonríe es
el camarero, puñetero armario de 2 x 2 metros , que me dice simplemente:
-
78
Saco dos billetes de 50, pago… y me vuelvo
al redil con las orejas gachas, mientras la cuadrilla se está partiendo el eje.
Pero la verdad, es que estoy
envalentonado, y aprovechando que las mozas están cerca, vuelvo a dirigirme a
la chica.
-
¿Y
qué celebráis que andáis con esas rondas?
-
Mi
cumpleaños, hemos salido las amigas a celebrarlo
-
Felicidades
Le planto dos besos, y me presento
-
Yo
me llamo Ana, pero la edad… no te la voy a decir, es un número secreto, jajja
-
Seguro
que tan solo ese número es secreto
-
Ese
y el pin de mi tarjeta de crédito
-
¿Nada
más?
-
No,
que yo sepa, jaja
-
Entonces…
dame tu móvil, que lo apunto al lado de tu nombre
-
¿Para
qué lo quieres si no me vas a llamar nunca?
-
¿Cómo
lo sabes?
-
Porque
después de esta noche no te van a entrar ganas de llamarme, jajaja
-
Prueba
a ver…
-
Y
además, imagina que coge mi marido… ¿qué le dirías? ¿Qué eres el chico que pagó
la ronda de mi cumple? Te lo agradecerá y posiblemente te llame para que salgas
a celebrar con él también su cumple, jajja
-
Vaya,
sois una cuadrilla de chicas casadas
-
No
todas, esa de ahí, está soltera y sin compromiso
-
Uy…
¡preséntamela!
-
Jaja…
no… Te voy a dar un consejo, y va a ser gratuito. Si me entras a mí, quédate
con mi no. Puede que te lo haya dicho con la boca pequeña, y espere que
insistas, pero sin pasarte, pero si entras a mi amiga, ya te llevas dos noes
rotundos. El suyo porque no quiere ser segundo plato, y el mío porque si antes
tenía dudas, ya las he despejado al ver tu poco interés.
-
Pues
vaya…
-
¿Ves?
Te he ahorrado un montón de trabajo y te he corregido tus problemas con la
estadística. Por ejemplo, si en un bar hay 50 chicas distribuidas en 10
cuadrillas de 5 chicas cada una de ellas, y tu estadística dice que de cada 50
que entras, una te dice que sí, verás que si entras a las 50, todas te dirán
que no, porque debes escoger a una chica de cada cuadrilla… ¡y sin que te vean
las cuadrillas de alrededor!
-
Sabio
consejo
-
Pues
nada… a otro bar, que este… ya lo has quemado, jaja
Este es el momento en el que me fijo que
el Joseba, otro de la cuadrilla, se ha acercado, ha escuchado la conversación y
se está partiendo el culo.
Sólo me queda volver con las orejas más
gachas aún después de la segunda colleja, a la cuadrilla, que además cuando el
Joseba cuenta la conversación, se descojonan aún más de risa que antes,
mientras mi mirada se pierde en la espalda de la moza que me ha dado la
lección, una lección que encima no ha sido gratuita, sino que me ha costado 78
euros.
Quiero darme la vuelta para un tercer
intento, pero Joseba me agarra del cuello y me dice que cambiamos de bar. Al
salir la sonrío, y ella me devuelve la sonrisa, pero me da que no hay
complicidad entre nuestras miradas, en fin.
Y hasta aquí puedo leer. Si te ha gustado la muestra y quieres el libro completo, puedes adquirirlo en papel o en ebook en la siguiente dirección (Pincha este enlace)
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